martes, 11 de mayo de 2010

¿Han llamado a una ambulancia espiritual?

Por ahora, hay que apartar todo lo terrenal y animal a un lado, y esclarecer lo más importante: ¿cómo están las relaciones con las personas en mi entorno?

Les desprecio, ellas no me importan, que les trague la tierra…. La negación dirigida al entorno es justamente mi raíz del mal.

Éste se revela del rompimiento: una vez estuvimos unidos, pero ahora, al contrario, revelamos la desunión total. Esta revelación es muy importante, es lo que necesito.

No la rechazo, sino acumulo estos momentos negativos que me muestran hasta cuanto odio a los demás. ¡Qué bien que esto se me reveló!

Sí, les odio y desprecio, siento ganas de vomitar pensando en ellos. ¡Estamos tan lejos! Esto está muy bien. Ahora tengo la posibilidad de empezar a corregirme.

Entonces les recibo, hago esfuerzos, tomo parte en los estudios y la difusión, para provocar alguna conexión y anularme donde puedo.

Si siento que hoy no puedo incluso mirar a mis amigos, entonces elijo un trabajo mecánico para hacer algo por el bien de todos, hasta que poco a poco vuelvo a la normalidad con los demás.

Cada uno puede hundirse en este estado, del cual no puede salir por sí mismo. Por eso simplemente debe recibir la ayuda de su grupo y de toda nuestra unidad mundial, como él que ha perdido la conciencia y necesita ayuda de alguien.

Y los grupos deben revelar estos casos, ayudar inmediatamente a las “víctimas” y prestarles un auxilio profesional —como los médicos—, salvar sus vidas espirituales.

Con todo esto no “borramos” el mal en el ser humano, sino prestamos ayuda para despertarle y llevarle a la línea media. Entonces, todo el mal se convertirá en bien.

(Extracto de la lección 5 del congreso Zóhar 2010 en Nueva York, correspondiente al 8 de mayo 2010).

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